Por Antonio Morales Benítez
Asociación Papeles de Historia
Buenos días y bienvenidos a todos a este acto.
Gracias por vuestra asistencia y a los organizadores por invitar cada año a un miembro de Papeles de Historia a participar en él.
Y sobre todo, gracias por convertir este 14 de abril en un día de la Memoria, que tanto echábamos en falta. Un día para recordar y rendir un sentido homenaje a esta generación de ubriqueños víctima de la guerra.
Y lo decimos desde una Asociación que lleva ya casi 30 años comprometida con nuestro pasado y dedicando mucho tiempo a conocer y recuperar la memoria de estos ubriqueños tan injustamente olvidados y maltratados por la Historia. Sin duda los convocantes de iniciativas como éstas siempre nos van a tener a su lado.
Porque precisamente ese ha sido nuestro único horizonte: contribuir a la recuperación de nuestro pasado desde una posición abierta y plural. Pero además, y no nos importa repetirlo una vez más, pensamos que para los historiadores la recuperación de la memoria histórica debe ser algo más que un deber científico. Es también, y sobre todo, un deber moral.
En los últimos tiempos han surgido en España foros de recuperación de la memoria histórica como espacios, no sólo de investigación, sino también de debate con el objeto de recuperar el significado cultural, político y social de la Segunda República y de la propia guerra civil y sus víctimas.
Este interés que suscita hoy en día la Segunda República es extraordinario. Incluso se nos presenta como un período de esplendor cultural y avanzada legislación social. Ciertamente se trató de una época luminosa en la que se creía que la difusión de la cultura era un valor indiscutible porque se tenía la certeza de que la cultura mejoraba al individuo. Incluso la Constitución de 1931 decía que “el servicio de la cultura es atribución esencial del Estado”. Y ciertamente la cultura española cobró un extraordinario impulso. En 1931 la tasa de analfabetismos estaba en un 40 por ciento. La República construyó en tres años más escuelas que en varias décadas anteriores.
Y lo cierto es que hoy en día somos tributarios en muchos aspecto de esta experiencia democrática. Porque se realizó un esfuerzo importante en diversos campos. Pero también porque se crea una nueva ciudadanía. Una ciudadanía cultural.
En Ubrique el republicanismo tenía un ambicioso proyecto para el pueblo, y no sólo durante el breve período de la Segunda República, sino que la tradición republicana ubriqueña se remonta al último tercio del XIX. Y en el siglo XX se reorganizaba con la formación de una Junta Municipal Republicana en 1902, presidida por Manuel Arenas Vinagre, y de la que también formaban parte Félix Sánchez López, Juan Gómez Zarzuela, Manuel Zamora Menacho, José Castro Vinagre, José Flores Rincón y Antonio Reguera Agüera.
La mayoría de ellos no llegaría a conocer la República, pero son los precursores del republicanismo moderno en nuestro pueblo. En 1903 se presentaban por primera vez a las elecciones municipales y dos años después conseguían un inesperado éxito al obtener tres concejalías en el ayuntamiento. Su irrupción en el panorama político local, configurada como una plataforma política contra el caciquismo en un momento de especial virulencia en cuanto a las tensiones sociales, supuso una indudable propuesta de modernización de la vida pública. Con ellos aparece en Ubrique una nueva concepción de los que debería ser una organización política.
Su discurso se sustentaba sobre tres ejes: la democratización, la justicia social y la universalización de la educación. Este último aspecto, al que nos vamos a referir hoy, quizás sea el menos conocido pero siempre estuvo presente porque demostraban una gran confianza en el poder transformador de la educación. La ilustración del pueblo debía ser la garantía para conseguir la regeneración de la sociedad y, al mismo tiempo, la mejor arma para defenderse de cualquier fanatismo que pudiera amenazar la convivencia de los españoles.
Precisamente uno de estos precursores del republicanismo ubriqueño, Arenas Vinagre -primer concejal republicano que murió 1917 y cuyos restos descansan también muy cerca del lugar en que nos encontramos- escribía en 1902: “(…) respeta todos los ideales, no quitéis la fe al que se entusiasme por lo infinito basados que estén en la moral, no consideres el mal ajeno utópico, porque en cumplimiento de una ley natural nada puede estacionarse en este mundo, ni ningún planeta en su curso, ni el hombre en todas las fases de perfección ni ninguna de las cosas creadas por él.
Cuida sí de ilustrarte para no llegar al fanatismo, pues que esto acarrea males sin cuento, y días de luto y desconsuelo. El fanatismo no admite lógica fuera de aquel febril entusiasmo que le han infiltrado, y su inconsciente proceder será siempre la prolongación de la esclavitud humana”.
Sin duda, un alegato a favor de la ilustración del pueblo.
En 1910 se iba a fundar un renovado Círculo Republicano en el que ingresaba una nueva generación de ubriqueños que iban a continuar con aquellos ideales y con la obra cultural de los pioneros del republicanismo. Escuelas laicas, bibliotecas y círculos culturales tuvieron un carácter abierto y gratuito. Muchos de sus hombres impulsaron también la Sociedad Cultural La Biblioteca en 1921 que no hacía sino preconizar que la instrucción del pueblo era la llave para el progreso.
Con la llegada de la Segunda República nos encontramos en Ubrique una sociedad civil más articulada y muchos darían el salto hacia los puestos de representación municipal.
Hoy tenemos que reivindicar este legado social, político y cultural de más de tres décadas en Ubrique, entre 1902 y 1936.
Es la memoria republicana del siglo XX en nuestro pueblo. Por ello estamos obligados a conocerlo y difundirlo. Por ello actos como éstos, por encima de las lógicas diferencia, deben unirnos a todos. Porque es la memoria de todos. Y así lo han entendido en muchos países que también han tenido que superar el trauma de un conflicto civil. Es el mejor homenaje que podemos hacer. Un acto que debe ser ante todo un homenaje a la memoria histórica. Y desde luego un alegato contra el olvido.
Porque después de tantos años parece que el pasado no ha muerto. Está presente en los familiares de tantas víctimas inocentes, que han preservado durante muchos años su recuerdo y han recorrido el camino de la memoria con dignidad. Y se niegan a olvidar a sus seres queridos.
Tenemos que reivindicar las biografías y los valores de aquella primavera republicana, que terminó de una manera trágica con unos episodios de violencia que provocaría un desgarro social en nuestro pueblo, que se había distinguido por su nivel cultural y por tener una rica pluralidad de organizaciones de todo tipo .
Además, en el mundo en el que vivimos, con la perdida de tantos referentes éticos, nos convendría a todos volver la mirada hacia atrás, hacia la Historia. Hacia estos paisanos nuestros, ejemplos de fidelidad a unas ideas, que nos pueden ser muy útiles para conducirnos por el mundo de hoy para que siempre permanezcan vivos sus valores y el espíritu democrático que los impulsó y para cuidarnos, como decía aquel viejo republicano ubriqueño, de cualquier fanatismo.
Después de tantos años de olvido y de silencio, hoy hay que pedir una mayor implicación del Estado y tutela judicial para aquellos que aún yacen en las fosas comunes y reparación histórica para toda esta generación rota por la guerra. Porque los derechos humanos también se defienden mirando hacia atrás.
¡Paz y honra para estos paisanos nuestros!
¡Viva la Memoria Histórica!